domingo, diciembre 14, 2008

La filosofía de tus recuerdos, y la antropología de los míos


Si tuviera que explicar mi relación con tus recuerdos, no sé por dónde empezaría.
Cada mañana cuando despierto solo, ya no siento tu vacío, ese mismo que dejaste desde aquél año nuevo cuando me decepcioné de ti por enésima vez. ¡Que terco!, ahora me digo, pero igual, estaba enamorado y no me daba cuenta de lo que hacía.
Sí, en serio, estaba enamorado, en tiempo pasado.
Fue difícil al principio, pero duró poco. No sé por qué, no me preguntes. Ahora, por fin, puedo dormir y despertar tranquilo.
Algunas veces deambulas en mis sueños, y otras veces en mis recuerdos; pero son visitas pasajeras, efímeras, tan etéreas como las ilusiones, tan diáfanas como el aire, y tan fugaces como la luz de la aurora... luces al fin y al cabo.
Ahora que lo pienso eso fuiste para mí en su momento, una luz que alegró mis días, y me acostumbré a ella, no veía más allá de sus ondas, y a veces no me alcanzaba para mirar más allá de mis narices.
Y te apagaste, poco a poco, te apagaste por tu cuenta, por tu propio esfuerzo e intención. Para mí fue así, aunque hasta ahora te niegues a aceptarlo. Fue el producto de cada uno de tus errores, cantados con anticipación... y adelantados con precisión en muchos casos. ¿Por qué no te diste cuenta?
Siempre decías que me entendías, pero cometías los mismos errores ¿Era cierto? También jurabas quererme, pero me dañabas. ¿Era cierto?
Cuando empezamos me juraste huir de los celos, pero te atraparon. ¿Te esforzaste por no caer en ellos?
¿De qué sirvió el tiempo que pasamos juntos?. Si algún día hallas la respuesta me lo dices, tal vez así cierre con éxito los cinco capítulos que componen esta novela de ayer, ya estrenada varias veces, y con errores garrafales de edición.
Te hablaba de mi relación con tus recuerdos. Podría decirse que es una relación ingrata, porque mi mente guarda buenas imágenes contigo; tal vez son nostalgias escondidas, temores guardados, añoranzas indeseadas, alucinaciones repetitivas o vanas, sí eso, vanas... así quiero dejarlo.
Pero es una relación ingrata, porque valoro poco tus recuerdos. Sin ir muy lejos días atrás te decía que estaba inconforme conmigo mismo, con mi personalidad, con mi forma de ser, con mi interior.
"Mi soledad no es porque estoy sin ti; se trata, en cambio, de una sensación extraña, de no sentirme bien conmigo mismo, de querer abandonar mi propia personalidad y adoptar otra que me ayude a salir de este lugar", te dije.
Mientras no halle la respuesta y el sentido a todo lo que pasó entre nosotros, diré que son vanos tus recuerdos. Y pensar que me mantuve firme frente a lo nuestro, como si ese fuera mi destino.
Me vi muchas veces compartiendo la vida a tu lado, y hasta me preparaba para eso, Y te consta.
Pero bueno, ahora tus recuerdos son eso frágiles barcos de papel que se hunden poco a poco en el oscuro charco de la amnesia obligada, esa que desarrollamos aquellos con varios fracasos amorosos. Ni modo, ni más, ni menos... amnesia obligada para sanar las heridas, para empezar de nuevo, para volver a tejer las historias de mi vida, esas mismas que un día desbarataste con sólo unos cuantos reclamos... y yo cediendo.
Ahora dices que me extrañas. ¿Raro no? Siempre terminas diciéndome eso. Líneas atrás te dije que esta novela tiene errores garrafales de edición, uno de ellos las constantes repeticiones.
Y bueno, ahora intento quedarme sólo con los recuerdos necesarios (el cumpleaños, el viaje a la playa, nuestra estadía en Trujillo, la convivencia en Chiclayo, los despertares juntos... y los sentimientos entregados). Ojalá algún día se vayan sin avisar. Tal vez sería lo más aconsejable, porque cuando empiezo a profundizar en ellos es cuando más te recuerdo.
¡Que te vaya bien!

1 comentario:

Enigma dijo...

A esa rosa, donde quiera que esté, dedico este trabajo, con la esperanza de hallarla algún día, o de dejarme hallar por ella ...6 Existe... rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermoso...