sábado, febrero 12, 2011

Mirando tu mirada




Tienes tantos enigmas y tantos secretos, que el sólo hecho de conocer tu interior va a ser descubrir un misterio. ¿Qué misterio esconden tus ojos? Ojalá lo llegue a saber algún día; cuando los miro parecen transparentes, pero me han asegurado que detrás de ellos escondes mucho más que temores, miedo a lo desconocido, miedo a tus fobias, miedo a ti mismo, miedo a mirar dentro de ti. Antítesis: te gusta mirarte en el espejo, y te gusta perfeccionar aquellos rasgos que seducen a los demás.
Tienes unos aires seductores, sabes usar bien las palabras suaves, y las pronuncias de tal forma que nadie más me las había expresado así.
Me envolviste... ¿o me dejé envolver? Te aproximaste demasiado, ¿o fui yo quien lo hizo? Creo que la culpa fue mía (hace mucho ya que no decía eso).
La vida en solitario me había dado el privilegio de rendirme cuentas sólo a mí mismo, y ya no me sentía culpable por nada; sólo estábamos yo y mi otro yo; claro, además de mi conciencia.

- Denis. Yo conozco a los de tu tipo, eres un iluso, como si no supieras cómo se vive la vida en estos tiempos.

- Lo sé perfectamente, pero me cuesta trabajo acostumbrarme. Aún creo en los corazones, en los sentimientos, en quienes se dan la oportunidad de atreverse a dar, a compartir, a brindarle calor al prójimo... a amar.

- Denis. Querido. Estás equivocado. ¿Dónde has dejado el antifaz? Toma, póntelo, ¡Y no te lo quites!

- Me parece que aún me queda chico.

- Toma otro, este es más grande, aunque sigo pensando que no lo usarás. Mañana regreso para ver cómo te fue.

- No te vayas, todavía me queda algo por decirte. Me enamoré... no, el término correcto es: me ilusioné. Eso es, o eso parece.

- Ya. ¿Me quieres decir que volviste a tropezar con la misma piedra?

- Eso es lo que no sé. Aún me falta preguntarle a él. Mejor dicho, a mí mismo, y es que esa respuesta saldrá entre la coronaria y la aorta... siento que lo siento...

Te has convertido en lo mejor de estos días, le has dado un nuevo color a esta habitación, me has infundiddo ganas de ponerme más ganas a mí mismo. Me infundiste un poco más de vida... te hiciste espacio sin darme cuenta, te instalaste, te invitaste a ingresar, y decidiste quedarte... Todos son bienvenidos aquí. Toma, te doy un beso, guárdalo allí donde tienes los demás que te han dado; pero, por favor, no lo olvides, y tampoco lo niegues. Ya te lo di. Es lo mejor que puedo ofrecerte. También puedo darte un abrazo, si lo deseas; me parece que sería el mejor regalo. Cuando algún día sientas que nadie te ha regalado uno durante el día, usa el mío, y si quieres otro me llamas, con confianza nomás... ¿así no me dijiste ayer?

- Sí, así es. Ya no sabes!.

No hay comentarios.: